Bizcocho de cardamomo
Bizcochos, Emma, Jane Austen

Bizcocho de cardamomo

El bienestar de su padre quedó ampliamente asegurado, ya que tanto la señora Bates como la señora Goddard podían venir; y su última grata obligación, antes de salir de casa, fue presentarles sus respetos mientras comían con el señor Woodhouse, y, mientras su padre notaba cariñosamente la belleza de su traje, ofrecer a las dos señoras todas las excusas que pudo, sirviéndoles grandes rebanadas de pastel y sendos vasos llenos de vino, para compensar cualquier involuntaria renuncia que el cuidado del señor Woodhouse por su salud les hubiera obligado a practicar durante la comida. Ella les había preparado una comida abundante: le gustaría saber que se les había permitido comerla.

Emma (1815)

Bizcocho de cardamomo

Emma llegó a la puerta del señor Cole siguiendo otro coche, y le agradó ver que era el del señor Knightley; porque como el señor Knightley no tenía caballos en casa, y le sobraba poco dinero, y tenía mucha salud, actividad e independencia, se inclinaba demasiado, en opinión de Emma, a ir por ahí de cualquier manera, sin usar su coche tan a menudo como correspondía al dueño de Donwell Abbey. Tuvo oportunidad de expresar su aprobación aún caliente del corazón, pues él se detuvo a darle la mano para que se apeara.

Bizcocho de cardamomo

—Eso es venir como debe usted—dijo—, como un caballero. Me alegro mucho de verle.
Él le dio las gracias, observando:
—Qué suerte que hayamos llegado en el mismo momento, porque, si no nos hubiéramos visto hasta el salón, dudo de que usted habría observado en mí algo más de caballero que de costumbre. Quizá no habría distinguido cómo he venido, por mi aspecto o mis maneras.

Bizcocho de cardamomo

—Sí, lo habría distinguido, estoy segura. Siempre hay un aire consciente o atareado cuando alguien llega de un modo que sabe que está por debajo de él. Usted se cree que lo lleva muy bien, supongo, pero en su caso es una especie de bravata, un aire afectado de que no le importa; siempre lo observo cuando le encuentro en estas circunstancias. Ahora no tiene nada que pretender. No teme que le supongan avergonzado. No se esfuerza en parecer más alto que nadie más. Ahora es cuando realmente estaré muy contenta de entrar con usted en el mismo cuarto.

Bizcocho de cardamomo

—¡Qué chica más tonta! -fue la respuesta, pero nada encolerizada.
Emma tuvo tanta razón para quedar satisfecha con el resto de la reunión como el señor Knightley. Fue recibida con un cordial respeto que no podía menos de agradecerle, y se le dio toda la importancia que podía desear. Cuando llegaron los Weston, las más tiernas miradas de cariño y las más sólidas miradas de admiración fueron para ella; el hijo se acercó a ella con un afán animado que la señalaba como el principal objeto de su atención, y en la cena Emma se encontró sentada a su lado; y eso, según creía ella firmemente, no sin cierta destreza por su parte.