La profesora McGonagall se sentó detrás de su mesa y se quedó mirando a Harry con el entrecejo fruncido. Tras una pausa, dijo:
—Coge una galleta, Potter.
—Que coja… ¿qué?
—Coge una galleta —repitió ella con impaciencia señalando una lata de cuadros escoceses que había sobre uno de los montones de papeles de su mesa—. Y siéntate.En ese momento Harry recordó aquella otra ocasión en que, en lugar de castigarlo con la palmeta, la profesora McGonagall lo había incluido en el equipo de quidditch de Gryffindor. El muchacho se sentó en una silla delante de la mesa y cogió un tritón de jengibre, tan desconcertado y despistado como aquella vez.
Harry Potter y la Orden del Fénix (2003)
—Debes tener cuidado, Potter.
Harry se tragó el trozo de tritón de jengibre y la miró a los ojos. El tono de voz de la profesora McGonagall no se parecía en nada al que él estaba acostumbrado a oír; no era energético, seco y severo, sino lento y angustiado, y mucho más humano de lo habitual.
—La mala conducta en la clase de Dolores Umbridge podría costarte mucho más que un castigo y unos puntos menos para Gryffindor.