La señorita Spink la condujo a una pequeña habitación llena de polvo a la que llamaba «la salita». En las paredes había fotografías en blanco y negro de hermosas mujeres y programas de teatro enmarcados. La señorita Forcible estaba sentada en un sillón haciendo calceta con gran destreza.
Le sirvieron el té en una tacita de delicada porcelana rosa, sobre un platito, y le ofrecieron una galleta con pasas reseca.
Coraline (2002)
Galletas de canela
Vivaldi, en La anciana que nunca jugó al tenis y otros relatos que sientan bien (2009)
Galletas de jengibre
La profesora McGonagall se sentó detrás de su mesa y se quedó mirando a Harry con el entrecejo fruncido. Tras una pausa, dijo:
—Coge una galleta, Potter.
—Que coja… ¿qué?
—Coge una galleta —repitió ella con impaciencia señalando una lata de cuadros escoceses que había sobre uno de los montones de papeles de su mesa—. Y siéntate.En ese momento Harry recordó aquella otra ocasión en que, en lugar de castigarlo con la palmeta, la profesora McGonagall lo había incluido en el equipo de quidditch de Gryffindor. El muchacho se sentó en una silla delante de la mesa y cogió un tritón de jengibre, tan desconcertado y despistado como aquella vez.
Harry Potter y la Orden del Fénix (2003)